domingo, 9 de marzo de 2008

La "familia" debe ser destruida

La familia es el ladrillo con que se ha construido la sociedad, las religiones, las razas y las naciones. Y es la familia la que ha destruido la oportunidad de felicidad de los seres humanos alrededor del mundo.
Hoy en día cada tres matrimonios terminan en divorcios con batallas por la custodia de los niños y la repartición de bienes. Un buen número de crímenes violentos en el mundo son cometidos dentro de la familia y entre familiares.
La estructura básica de la familia es de posesión: el marido posee a la mujer y estos a los hijos. En el momento en que posees un ser humano le has quitado su dignidad, su libertad y su humanidad. La familia trata de separarte de la sociedad, de la misma forma que las naciones te separan de otras naciones; es la misma estrategia de división. Por eso es que hay gente que has visto muchas veces pero que no conoces, por eso es que tienes vecinos con los que no hablas.
Una vez que no existan las familias, muchos problemas psicológicos desaparecerán y mucha de la estupidez política desaparecerá.
Entonces, en una comunidad ideal, la familia como tal no existirá.
¿Cómo logramos esto?
Simple. Ya no habrá matrimonios. El amor, por primera vez, tendrá el respeto que le ha sido negado por centurias. Será el amor y la voluntad de dos personas la única condición entre ellos. Si ellos decidiesen vivir juntos, solo el acuerdo mutuo y el contento de ambos debería unirlos. Y recuerden, como todo lo real, el amor cambia. Solo las cosas irreales no presentan cambios.
El matrimonio es permanente y gana su permanencia al matar al amor. Es sobre la tumba del amor donde el matrimonio hace su casa. Esto trae angustia y sufrimiento.
Una comunidad ideal debiera ser nada más que una reunión de espíritus libres.
Los niños deben estar al cuidado de la comunidad, no de los padres. Los padres ya han hecho suficiente daño; ellos no pueden ser permitidos a corromperlos más a pesar de sus buenas intenciones. De que sirven las buenas intenciones si analizamos los resultados:
Los padres enseñan a sus hijos a ser competitivos y la competitividad conlleva envidia. Ellos les enseñan a ser alguien en el mundo ocasionando que la vida sea una lucha constante en lugar de haber regocijo. Esta lucha hace que la vida se transforme en un campo de batalla, dejando solo esqueletos luchando por poder y dinero.
La culpa total va a los padres. Estos han sido seres ambiciosos, se han destruido. De herencia les darán a sus hijos sus deseos no satisfechos, sus ambiciones no saciadas. Así va la enfermedad de generación en generación.
Con el tiempo la familia se disolverá y esto es bueno.